No resulta para nada extraño, en la práctica profesional, escuchar en
una conversación de coaching a un coacheado que me dice: “Estoy aquí, para que
me digas qué debo hacer”.
Otras veces, escuchamos: “¿Qué haría usted en mi lugar?” o ante una
pregunta nuestra oímos, “No sé, dígamelo usted”.
Y aquí aparece uno de los grandes temas acerca de la identidad del
coaching, como profesión o práctica: ¿Coaching es Consultoría?, ¿En qué se
parecen?, ¿Cuál es la diferencia?, ¿Qué hace un coach que no hace un consultor?
O, ¿qué puede esperar un cliente de un coach a diferencia de un Consultor?
Cierto es que en muchas oportunidades y como consecuencia de la
formación recibida y tantos años de una práctica de consultoría, nos vemos
tentados a dar consejos, a decir qué hacer o qué haría yo, si estuviera en
lugar del otro. Y esto serviría, en muchos casos, para calmar al cliente y por
qué no, para extender una relación profesional en el tiempo.
Más allá de las declaraciones de los maestros del coaching, acerca de
las claras diferencias entre coaching y consultoría, sostengo que, como coach,
me diferencio en la tarea con mi parte de consultor en el hecho de que, cuando
acciono como coach, no doy consejos ni menciono jamás qué haría yo en el lugar
del otro.
Más bien, acompaño, en la danza conversacional a mi cliente, para que
sea él quien encuentre las respuestas a los temas que está tratando de resolver
y que solo no puede.
Como coach, ayudo a generar una visión, establecer objetivos, ponerles
fecha límite y plan de acción y lo más importante, a identificar los
indicadores de avance (los ¿cómo me daré cuenta que estoy logrando lo que
planifiqué?), del coacheado, para que pueda ir chequeando sus propios
progresos, en la búsqueda de los objetivos que se haya planteado.
Es esta la más importante diferencia en un coach y un consultor. El
consultor tiene un saber (un “expertisse”) y lo transmite al cliente, para que
éste lo utilice en su beneficio. El coach, ayuda a diseñar el futuro deseado y
acompaña el proceso de aprendizaje que llevará a logros antes no obtenidos por
parte del cliente que, como constructor de su propio proyecto, lo hará parte de
sí mismo para siempre.
Es válido actuar como consultor a veces y como coach
en otras, pero teniendo siempre en cuenta transmitir al coacheado, en qué
momento estamos en una conversación de coaching y en cuál sosteniendo un
asesoramiento como consultores.
Para ello, simplemente se debe dejar estipulado en el contrato celebrado
con el cliente, cuáles serán las intervenciones del coach, cuántas las del
Consultor, con la carga horaria claramente establecida.
No es sencillo, pero permite ofrecer el mejor servicio posible a la
empresa o la organización con la que trabajamos.
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