sábado, 23 de febrero de 2013

EL TIEMPO PARA EL ESTAR SIENDO (Kronos y Kairós)


Yo tenía 28 ó 30 años. Vivía en la hermosa Mar del Plata. Amaba ir a pescar.
Una fría mañana de Agosto, llegué, como siempre, temprano a la Escollera Norte, dispuesto a pescar hasta pasado el mediodía.
Busqué una buena roca plana donde sentarme, dejé acomodado el equipo y el termo con agua para el mate. Armé la caña y la línea de pesca adecuada y antes de lanzar al agua, para intentar llevar algo que no fuera comprado en la pescadería, a mi casa, como siempre, me senté a fumar un cigarrillo (entonces fumaba mucho, confieso), porque luego tendría las manos muy mojadas.
Y sucedió algo que jamás me había pasado. Una experiencia que, entonces, no entendí, pero me pareció maravillosa.
Me senté en la roca, encendí el cigarrillo y mientras fumaba, comencé a mirar las olas, bravas por el viento y el cielo seminublado de la mañana marplatense.
Estuve así mirando y disfrutando, conversando conmigo, creo, un tiempo. Me sentía centrado. No sé si durante ese tiempo (instante para mí) contemplaba el mar, pero lo que sentía era lo que llamé “sensación de inmensidad” o de plenitud. Me sentía bien, seguro y feliz.
En un momento, ví el sol que estaba cayendo hacia el horizonte. Fue como despertar. Me dije “¿qué pasó?, ¿Qué hora es? Miré el reloj. ¡Habían pasado casi cinco horas! No lo podía creer. Cinco horas y para mí habían sido cinco placenteros y hermosos segundos. Decidí desarmar el equipo, que nunca había ido al agua y volver a casa.
Hoy, treinta años después, sigo recordando aquel momento. Quiero volver a vivirlo. De hecho, a veces lo hago, casi concientemente.
Con el tiempo, lo comenté varias veces y obtuve varias respuestas. Además, traté, a través de mis lecturas y estudios, de entender qué sucedió. Y creo que hoy, después de muchos años puedo, si no entender, al menos saber y poder poner en palabras aquel hecho.
Mi reflexión es esta y la comparto con ustedes: Los antiguos griegos tenían dos maneras de explicar el tiempo. Y lo hacían, a través de dos dioses, Kronos y Kairós.
Kronos es el dios del tiempo “externo”, el que se mide, el que nos sujeta a este mundo cotidiano y nos tiene preso de las convenciones sociales y las obligaciones. Kairós, en cambio es quien rige nuestro tiempo “interno”, aquel que no se mide, el que disfrutamos cuando no nos atamos a Kronos.
En ése tiempo, entramos y salimos constantemente, la mayoría de las veces, sabiendo, pero creyendo que no lo podemos controlar. A Kronos, le rendimos nuestra voluntad y nuestras vidas. Creamos relojes e infinitas maneras de medirlo. Nos dijeron que “es oro” y que “no hay tiempo”. Nos dijeron que más vale “apurarse”, porque “el tiempo pasa y no vuelve”.
Lo anterior es cierto, si medimos el tiempo de manera física. No olvidemos que los relojes, la hora, los minutos y los segundos, los años y lo siglos, fueron creados por nosotros los hombres y muchas veces los usamos para aprovecharnos de otros hombres.
El tiempo físico es inexorable y podemos medirlo viendo crecer a nuestros hijos y nietos. Podemos hacerlo, mirándonos en un espejo año tras año. Esto no significa que al envejecer nuestro cuerpo físico, necesariamente el tiempo opere en todo nuestro ser.
Cuando vivimos el Kairós, no hay medida, no puede ser medido. Kairós no es lineal. No tiene momentos, ni instantes. Allá en la Escollera Norte, registré casi cinco horas de Kronos y apenas…no sé cuánto de Kairós.
La pregunta será, ¿y para qué me sirve esto? Respondo: Cuando han vivido algún instante de su vida “sin tiempo”, ¿cómo se sintieron?, ¿en qué estado se veían?, ¿estaban, “aquí y ahora”, las dimensiones del tiempo y el espacio donde reside Kronos, o estaban en “otro lugar”? ¿Y cómo era la sensación? ¿Lograron ver,  verse y responderse preguntas que se venían haciendo?
Eso es Kairós. El lugar donde el ser “vive” la totalidad, lo que yo llamé entonces “inmensidad”, con las palabras que conocía.
En ese mundo, habita nuestro espíritu, tal como es: libre, total, sin tiempo. Pero también habitan otros espíritus, los de todo el mundo. El por eso que allí encontramos las respuestas.
Seguiremos hablando más delante de esto, si es de su interés. Los invito a reflexionar, instalándose en el Kairós, acerca de su “estar siendo” y aquello que quieren “llegar a ser”. El coaching es una poderosa herramienta para ayudar en eso. Nos vemos.

lunes, 18 de febrero de 2013

DE APRENDICES Y MAESTROS

Una tarde de domingo. Una familia reunida, charlando y tomando mate, costumbre muy rioplatense. De pronto surge la conversación, digamos, sobre política. Básicamente hay acuerdo, hasta que deja de haberlo, también como de costumbre.

 Uno de los participantes hace un comentario que a otro le disparó una emoción muy fuerte. No está en desacuerdo con el otro, sino que su emoción está relacionada a situaciones vividas, que le hacen reaccionar con vehemencia, citando varios hechos, por todos conocidos, que sustentarían la opinión contraria a su familiar.

 El primero, entonces, recurre a criticar el hecho de que su pariente “se enoja” y actúa como “un fanático”. Esto desencadena una discusión donde el primero trata de demostrar que el otro, justamente está equivocado porque “reacciona como un fanático” y el otro trata de explicar que lo hace así porque es “vehemente” y porque no está en contra de los presentes, sino que hay cosas que ya lo “tienen cansado” y provocan su reacción emocional.

 Entrado en este terreno, la discusión llega a un punto en que, el primero se afirma en el juicio acerca del “fanatismo” y la “reacción agresiva” del otro. El segundo, se siente agredido, pensando que están atacando a su modo de ser, en vez de discutir sobre ideas. La conversación va el terreno de “Tener razón”, la imagen pública de cada uno y sobre todo afirmar su ego.

 En un punto el segundo, toma conciencia de que, probablemente su reacción haya sido tomada como una agresión por el otro. Entonces pide disculpas, diciendo que de ninguna manera intentó ser agresivo, que simplemente fue vehemente para expresarse y que si se seguía por aquel camino, lo mejor era callarse y no seguir con el tema, porque no merecía la pena seguir conversando.

 El primero sintió ese comentario y entonces, manifestó lo siguiente: “Te voy a enseñar una cosa” y comentó que no había que tener ésas reacciones porque no llevaban a ninguna parte y etc, etc. El otro, se sintió doblemente herido, por el primer hecho y ahora por escuchar al otro que le “enseñaba” algo.

 Desde el estado emocional en que se encontraba, sintiéndose quizás invalidado, decidió tomar una actitud más humilde y respondió que agradecía la enseñanza, porque era alguien que estaba siempre aprendiendo.

 Esto no fue escuchado por el primero que continuó con sus “enseñanzas”. Por tercera vez, el otro pidió ahora claramente, disculpas y dijo que no volvería a actuar de modo que agrediera o hiciera sentir agredido al otro. Se desvió la conversación y al rato el grupo se dispersó a hacer diferentes cosas.

¿Qué piensan ustedes que sucedió?,

¿Cuántas veces se vieron en situaciones similares?, ¿cómo reaccionaron?,

¿Qué pensaban acerca del otro y qué creen que pensaba el otro acerca de ustedes?

¿Cómo deberían haber actuado?,

¿Qué pasó con sus emociones?,

¿Cómo hacer cuando éstas. Simplemente, aparecen?

¿Y el pedido de perdón, lo han escuchado o la han solicitado, alguna vez?  ¿Y qué pasó entonces?

¿Cómo se han sentido cuando pidieron o se les pidió perdón?

¿Cómo fue para ustedes perdonar / ser perdonados?

¿Cómo podrían actuar desde uno u otro lado en circunstancias similares?

¿Para qué hacerlo?

¿De qué se estarían haciendo cargo en su accionar?


Éstas y otras preguntas pueden ser respondidas para lograr un aprendizaje. El coaching es una poderosa herramienta para aprender a rediseñar y rediseñarse con el fin de lograr relaciones satisfactorias con los demás y con uno mismo. Y se puede avanzar, trabajando en un dominio poco conocido, especialmente por los varones: el de las emociones. Espero que esto desencadene reflexiones y comentarios. Más preguntas y respuestas. Aquí estoy, para el que lo desee.         

viernes, 15 de febrero de 2013

COACHING Y CONSULTORÍA


No resulta para nada extraño, en la práctica profesional, escuchar en una conversación de coaching a un coacheado que me dice: “Estoy aquí, para que me digas qué debo hacer”.
Otras veces, escuchamos: “¿Qué haría usted en mi lugar?” o ante una pregunta nuestra oímos, “No sé, dígamelo usted”.
Y aquí aparece uno de los grandes temas acerca de la identidad del coaching, como profesión o práctica: ¿Coaching es Consultoría?, ¿En qué se parecen?, ¿Cuál es la diferencia?, ¿Qué hace un coach que no hace un consultor? O, ¿qué puede esperar un cliente de un coach a diferencia de un Consultor?
Cierto es que en muchas oportunidades y como consecuencia de la formación recibida y tantos años de una práctica de consultoría, nos vemos tentados a dar consejos, a decir qué hacer o qué haría yo, si estuviera en lugar del otro. Y esto serviría, en muchos casos, para calmar al cliente y por qué no, para extender una relación profesional en el tiempo.
Más allá de las declaraciones de los maestros del coaching, acerca de las claras diferencias entre coaching y consultoría, sostengo que, como coach, me diferencio en la tarea con mi parte de consultor en el hecho de que, cuando acciono como coach, no doy consejos ni menciono jamás qué haría yo en el lugar del otro.
Más bien, acompaño, en la danza conversacional a mi cliente, para que sea él quien encuentre las respuestas a los temas que está tratando de resolver y que solo no puede.
Como coach, ayudo a generar una visión, establecer objetivos, ponerles fecha límite y plan de acción y lo más importante, a identificar los indicadores de avance (los ¿cómo me daré cuenta que estoy logrando lo que planifiqué?), del coacheado, para que pueda ir chequeando sus propios progresos, en la búsqueda de los objetivos que se haya planteado.
Es esta la más importante diferencia en un coach y un consultor. El consultor tiene un saber (un “expertisse”) y lo transmite al cliente, para que éste lo utilice en su beneficio. El coach, ayuda a diseñar el futuro deseado y acompaña el proceso de aprendizaje que llevará a logros antes no obtenidos por parte del cliente que, como constructor de su propio proyecto, lo hará parte de sí mismo para siempre.
Es válido actuar como consultor a veces y como coach en otras, pero teniendo siempre en cuenta transmitir al coacheado, en qué momento estamos en una conversación de coaching y en cuál sosteniendo un asesoramiento como consultores.
Para ello, simplemente se debe dejar estipulado en el contrato celebrado con el cliente, cuáles serán las intervenciones del coach, cuántas las del Consultor, con la carga horaria claramente establecida.
No es sencillo, pero permite ofrecer el mejor servicio posible a la empresa o la organización con la que trabajamos.        
        

miércoles, 6 de febrero de 2013

COACHING Y PSICOTERAPIA.



COACHING Y PSICOTERAPIA.


Muchas veces las personas preguntan y se preguntan ¿qué es el coaching?
Simultáneamente, los coaches ofrecemos nuestros servicios para resolver determinados temas de relación, comunicación y otros aprendizajes, a personas y organizaciones. Muchas veces, nosotros mismos, no somos capaces de transmitir claramente en qué consiste o para qué sirve, nuestra práctica.

Es también una actitud repetida, que utilicemos palabras “difíciles”, para explicar qué hacemos. Esto no aclara nada, pero nos da un aire misterioso que suele despertar curiosidad.

La cuestión es que el coaching, al ser una profesión relativamente nueva, está constantemente redefiniéndose y buscando su “lugar en el mundo” de las actividades que dan servicio a personas, familias y empresas.

Si buscamos una definición de “coach”, surge claramente el vocablo del inglés que significa “entrenador”. Es más, en algunos países de habla hispana, se utiliza aquella palabra, para nombrar a los coaches.

Más allá del significado de las palabras, sostengo que, esa búsqueda constante de los profesionales del coaching acerca de qué están siendo y haciendo en este mundo, es más que saludable. Y declaro además que lo que sí podemos tener muy claro en este momento que “qué, no somos”.

A partir de esta certeza (qué, no somos), es que podemos hacerle saber a nuestros posibles clientes, cuál es la diferencia básica entre el coaching y otras profesiones con las que se complementa.

Coaching y psicoterapia: Si bien muchos coaches son psicólogos y la formación psicológica ayuda para los procesos de coaching,  distinguir claramente aquello que no es objeto de nuestra actividad es de gran utilidad.

El coaching interviene en los espacios no patológicos del accionar humano. Accede desde el lenguaje, la emocionalidad y la corporalidad a tratar a través de conversaciones, aquellas inquietudes o problemas que el cliente quiere resolver, pero que no son de origen patológico.

El coach acciona en el aquí y ahora y hacia el futuro, no interviene en el inconciente profundo del cliente, ni en sus situaciones traumáticas pasadas.

En caso de que el coachee, manifieste una fijación en determinados modos de ser, relacionado con mecanismos inconcientes, el coach sugiere, inmediatamente, derivarlo a un profesional de la psicología y en ese caso, puede seguir actuando como un supervisor de los avances que logre el coachee o simplemente declararse incompetente para aquella situación.

Otra diferencia es que el coach, en esa “danza comunicacional” que es la conversación, solamente profundiza en aquellos temas que el coacheado desee. El coach respeta esencialmente, la libertad del coachee para que sea éste quien protagonice el proceso y ponga los límites a la profundidad de la intervención del coach. El coachee, marca el tempo y el ritmo de la danza del coaching.

 Es normal, en una conversación oír a un caochee, que en algún momento dice algo así como: “De ese tema no quiero hablar”. En ese caso, el profesional, con toda humildad, busca otros accesos para ayudar el cooachee e encotrar las respuestas y el aprendizaje que le permita los extraordinarios resultados que proporciona el proceso de coaching.

En la próxima entrada hablaré de coaching y consultoría. Espero los comentarios, gracias y nos seguimos comunicando.   

viernes, 1 de febrero de 2013

BIENVENIDOS A ESTE ESPACIO



Finalmente y luego de pensarlo bastante, decidí comenzar con este blog. No fue fácil. Dudas, temor y una importante falta de conocimiento de las herramientas tecnológicas que se pueden utilizar para la comunicación (una evidente carencia mía), lograron que tardara en comenzar.

Por suerte, eso ya pasó y hoy comienzo con este extraordinario modo de relacionarme con personas o grupos de todas partes.

La idea es compartir experiencias, aprendizajes y fundamentalmente aprender de los demás, desde la formidable e inquietante mirada del coaching.

Sin embargo, como al accionar genera ecología y ésta genera la incertidumbre en cuanto hacia dónde han de derivar aquellas acciones, este espacio irá donde sea llevado por el intercambio entre todos nosotros.

No pretendo, en este primer contacto, ser extenso ni tedioso. Simplemente poder decir "aquí estoy" l@s espero y les dejo mis enlaces y emails donde puedan compartir experiencias conmigo, hacerme consultas o poder establecer vínculos con mi ser coach, si así lo deseam.

Saludos y van mis enlaces:

jfmcoaching@gmail.com

www.cymas.com.ar

En facebook: coachjfm@hotmail.com

¿COACHING DE PAREJAS O TERAPIA DE PAREJAS?



Anoche estaba mirando una tira de televisión, junto a mi esposa. La protagoniza una pareja de edad madura, con dos hijos (ella casada y esperando un hijo y él un joven que se ha independizado y vive solo) y 27 años de matrimonio a cuestas.

La historia gira en torno a una profunda crisis que está viviendo esa pareja, que sigue con una separación y el resto de la anécdota.

Lo que llamó mucho mi atención es una escena en la que ambos acuden a “terapia de parejas”.

La terapeuta, hace preguntas y ellos no pueden salir adelante al punto  que dejan la terapia pensando que no les sirvió.

Hasta aquí lo contado por los actores.

Mientras miraba con mucha atención la serie, pensaba: ¿Esto es para terapeutas o para coaches?

Se me ocurrió entonces pensar qué haría yo si me consultara un matrimonio que atraviesa una situación similar.

En principio habría descartado cualquier tema que verificara como patología, ya que en ese caso, debería derivar la pareja o a aquel que mostrara la enfermedad a un psicólogo o psiquiatra.   

A partir de ahí, habría tres pasos a seguir en mi intervención:

1-      Mantener una conversación de coaching, por separado, con cada uno de ellos  a fin de conocer sus inquietudes y problemas y si, no solamente tienen voluntad de solucionarlos, sino explorar las posibilidades que ve cada uno.

2-      Proponer una conversación con los dos acerca de la posibilidad de tener una conversación y sobre qué temas deberá tratar.

3-      Ir avanzando de a poco, si ellos lo aceptan así, hasta poder llegar a establecer nuevos acuerdos básicos que les permitan refundar la pareja.


Todo esto en un proceso de alrededor de cinco o seis conversaciones  que se puedan programar, a fin de llegar a la apertura de nuevas posibilidades para la pareja, si es que los dos están de acuerdo en continuar.

En caso que no sea posible llegar a aquellos acuerdos “refundacionales”, entonces que logren declarar cómo van a seguir, en caso de separarse. Acordar los pasos que han de dar para llegar a una separación en términos sanos, es decir aceptar la nueva situación y accionar consecuentemente.

Este proceso de aprendizaje, sería muy importante para ellos, ya que les permitiría resolver sus problemas y continuar juntos o separarse teniendo claras las cuestiones no conversadas de cada uno.