miércoles, 24 de abril de 2013


SOBRE COMPLEJIDAD, MULTIDIMENSIONALIDAD Y SINCRONÍA

La realidad es compleja, imprevisible, nada está definitivamente establecido.

En los últimos años, el pensamiento ha evolucionado, concluyendo que todo lo que antes solían ser certezas, hoy son apenas paradigmas que ven cambiando de acuerdo a las épocas y las maneras en que los hombres van interpretando el  tiempo en que les toca vivir, de generación en generación.

La palabra favorita de los que defienden la complejidad es “incertidumbre”. Esta palabra nos dice que, en realidad, no sabemos nada de lo que sucederá a partir de ahora mismo.  Es más, muchos de nosotros compartimos la idea de que el presente, en cuanto es concebido como una idea o sensación, es pasado.

 Si lo pienso, si pienso en el presente, entonces éste ya es pasado.

 Como conclusión podemos decir que el presente, no existe, es una creación basada en nuestra interpretación lineal de las cosas, es una distinción lingüística, perteneciente al viejo paradigma de la simplicidad, que nos permite diferenciarlo de lo que llamamos “pasado”, es decir aquello de lo que tenemos conciencia que “ya sucedió”. 

Cuando aquel pasado, “pasó” hace mucho “tiempo”, entonces lo llamamos “historia”, especialmente si sucedió antes de que nosotros naciéramos a esta vida que estamos viviendo.

El pasado en cuanto tal, es una construcción lingüística que, al igual que el presente y el “futuro”, se inscriben en el paradigma de la simplicidad, de la linealidad. “Antes”, es pasado, “ahora” es presente y “mañana”, es futuro, es decir aquello que todavía no sucedió, pero que sabemos que sucederá, como por ejemplo: “mañana saldrá el sol”.

Todas estas convenciones, estas distinciones del habla, en la cual vivimos, nos permiten “interpretar” la “realidad”, es decir ese conjunto de hechos, circunstancias, juicios y situaciones que acontecen ahora y el pasado y futuro recientes.

¡Los hombres, no podríamos vivir sin estos conceptos que están tan arraigados a la civilización a la cual pertenecemos!

Vivimos en un mundo tridimensional y todo nuestro modo de ver las cosas, parte de esta “limitación” biológica. Venimos equipados con un “sistema” sensorial para interpretar el mundo en tres dimensiones y en tres dimensiones, construimos todo nuestro mundo interno y externo.

Si descubriéramos y tuviéramos que aceptar que en la “realidad”, aquellos conceptos no existen, salvo en la mente y en los discursos históricos y prácticas sociales, si esto sucediera, estaríamos en serio peligro de desaparecer como especie, ya que estaría en tela de juicio una de las principales necesidades que los humanos buscamos satisfacer, desde siempre, la de “seguridad”. 

Y si todo esto lo pudieran aceptar todos los seres humanos, entonces estaríamos en presencia de una lucha sin cuartel, para poder estar “seguros”, es decir, nos destruiríamos entre nosotros.

En verdad no somos dueños, ni siquiera de la consecuencia de nuestras acciones. Cuando hacemos algo, más allá de las intenciones que tengamos, lo que sucederá a partir de allí, no podemos controlarlo; ¿Cuántas veces hicimos algo, esperando determinado resultado y luego sucede exactamente lo contrario? Entonces decimos ¡Yo nunca pensé que iba a pasar esto!

 Y cuanto más se alejan de nosotros, las consecuencias de nuestras acciones, son más inciertas aún. Es por eso que muchas veces nos preguntamos cómo puede haber sucedido algo, si nuestra “intención” era otra.

Existe un espacio en nuestra mente, que está ocupado por infinidad de cosas. Situaciones, ideas, posibles acciones, etc. que desconocemos y que, sin embargo, nos ayudarían a encontrar respuestas de todo tipo a nuestras inquietudes de saber y espirituales.

Ese espacio es el que los coaches denominamos como el espacio del “No sé que sé”.

Es algo que psicólogos del siglo XX, como Jung, denominaron, el “inconsciente colectivo”. Un lugar de nuestro psiquismo, donde estaría “almacenada” toda la experiencia de la humanidad a través de los tiempos. Un ejemplo, sería el miedo a la oscuridad o el temor al fuego, etc…

En ese espacio, la ciencia moderna está demostrando que existen muchos conocimientos aparte de las experiencias arcaicas. Y que es compartido por toda la humanidad, que lo tiene a su disposición, en la medida en que decidamos acceder a los mismos, partiendo de la humilde aceptación de que no sabemos todo y que ciertamente, debe haber cosas, más allá de nuestro conocimiento y entendimiento.

Nuestro entendimiento, solamente registrará lo que vemos, tocamos, gustamos y registramos. Nuestra alma, tendrá la posibilidad de ir “más allá”, es decir al mundo donde no existe el tiempo, donde no hay “antes” ni “después” y por ello, está a nuestra disposición todo el conocimiento de toda la humanidad, a través de todas las eras. Y lo que es más importante, también el conocimiento universal, almacenado en las bibliotecas del espíritu, allí donde solamente accedemos a través del encuentro en el  “no tiempo”, en el cual, como todo es presente, está todo el conocimiento adquirido por los hombres a disposición de quien quiera tomarlo.

En otro orden, en el mundo de las dimensiones múltiples, nos hallamos también con entrecruzamientos de búsquedas y es allí donde se producen los “hechos casuales”, para el común de la gente y con ellos los logros y realizaciones. Una búsqueda se encuentra con otra búsqueda y se obtienen las respuestas. A esto le llamamos “sincronía”. Este hecho, lo tenemos a disposición todos los seres humanos desde siempre y solamente, debemos tener confianza, estar centrados en aquello que realmente queremos y además estar atentos, porque la respuesta siempre llegará. 

Esto no es predestinación, ni mucho menos. Es simplemente, aprovechar el poder que nos otorga el Universo como humanos que nos lleva a través de nuestra libre elección, que llamamos “libre albedrio”, a escoger aquello que queremos escoger en cada etapa de nuestra vida.

En definitiva, somos enteramente responsables de todo lo que nos sucede, porque es nuestra elección. 

La sincronía nos lleva a encontrar aquello que estábamos buscando. No parece ser así, simplemente, así es. 


martes, 9 de abril de 2013


EL PODER DE LA VISIÓN

Más de una vez he escuchado y mantenido conversaciones con clientes y amigos, de las cuales se desprende una gran insatisfacción con lo que están haciendo y con cómo están viviendo. En la mayoría de esos casos, ellos manifiestan que, en realidad, no se trata de un tema de dinero.

Suelo escuchar que “antes no tenía trabajo o dinero y era muy feliz”. “Me siento vacío/a por dentro”, “me van bien las cosas y no soy feliz”, “no sé qué me pasa”, etc.

Pregunto, entonces, acerca de si están haciendo lo que desean hacer. Si su trabajo, estudio o forma de vida, es la que quieren para sí mismos. Y ahí comienzan las dudas, en algunos casos y las quejas en otros.

Encuentro, casi siempre un juicio negativo acerca de lo que están haciendo o cómo es su vida. Y suelen fundamentarlo en que “otra no me queda”, “tengo una familia que mantener”, “ya soy viejo/a” o “es lo que me tocó”, “no puedo”. Escucho resignación.

Cada uno de nosotros podemos escribir una lista con todas aquellas “razones, motivos o circunstancias”, que nos impiden hacer aquello que realmente queremos.Y ahí está el problema.

Los humanos, fácilmente echamos la culpa de lo que nos sucede a “las circunstancias”, “lo que nos pasó”, “otra gente”, “el destino”, etc (¿me ayudan a escribir la lista?).

Y es así, sencillamente, porque somos humanos y nos incomoda tener que accionar, haciéndonos cargo de nosotros mismos, para ponernos en marcha a fin de cambiar “las circunstancias”. A este “hacerse cargo”, se lo llama: Responsabilizarse.

¿Quién es el dueño de su vida?,
 ¿Cómo cree usted que debería ser?,
¿Para qué quisiera que fuera de ése modo?
¿Cómo se sentirá cuando compruebe que lo está logrando?  
 ¿Qué está dispuesto a hacer para lograrlo?,
 ¿De qué se hará cargo, de los problemas e inconvenientes, llevándolos sobre sus hombros, como un pesado ataúd (perdonen la crudeza), hasta el momento en que se metan adentro y le pidan a alguien que los entierre?
¿O se harán cargo de aquello que quieren ser, aquello que quieren hacer, donde quieran hacerlo, con quién quieran hacerlo, como y cuando quieran hacerlo, o al menos intentarlo, hasta lograrlo?

Yo mismo he pasado por años, por una situación así. ¡Era fantástico! ¡Siempre había un culpable! Y yo era la pobre víctima que estaba presa de “las circunstancias”.

Gracias al proceso transformacional del coaching, aprendí que es uno el único responsable de lo que le pasa (no digo culpable, porque la vida es un proceso de aprendizaje). Pude reconocer que cuesta más trabajo llevar la mochila de la culpa sobre los hombros, que la carga de construir el tipo de vida que uno quiere. En mi caso, aquí estoy, con éxitos y fracasos, con aciertos y desaciertos, con entusiasmos y bajones, pero disfrutando el tipo de vida que elegí. Siendo yo mismo.

¿Cómo se puede comenzar? Es muy simple; reflexionando acerca de qué quiere hacer, dónde, cómo, cuándo y con quién quiere hacerlo. Respóndase a la pregunta ¿Para qué? Y luego comience a trabajar en el ¿Cómo? Y demás preguntas.

 Si siente que solo/a no puede, pida ayuda a un coach. Muchas veces no podemos reconocer nuestra visión, tapada por tantos años de hacer lo que “hay que hacer”, en vez de lo que “voy a hacer”, de tanto “tengo que”, en vez de “quiero”. Para eso, el proceso de coaching es una herramienta poderosísima.

Recuerden que deconstruir un modo de actuar y orientarlo hacia donde uno quiere, realmente ir, lleva mucho tiempo, ¡Casi una vida!, pero vale la pena.

Por último, ¿cómo podemos darnos cuenta que lo que hemos elegido hacer, es aquello que realmente es lo que queremos? Como respuesta, yo puedo decir que, el poder de una visión, de una meta poderosa, es casi magnético. Nos atrae al punto que no vemos, casi, otra cosa que el camino para llegar. Vivimos como hipnotizados por ese poder.

Ése poder, no es misterioso ni viene de afuera. Viene de adentro nuestro, exactamente de nuestro centro del Yo, de nuestro espíritu, que nunca enferma ni se confunde, porque está conectado con ése mundo multidimensional al que pertenecemos, pero que pasamos casi toda nuestra vida, sin saber que existe y estamos ahí.

De allí surge el poder y hace que funcione la sincronía, aquella propiedad que tiene el universo que permite que quienes estén centrados en su Yo Espiritual, encuentren, en un cruce del mundo de las dimensiones múltiples, los caminos y las respuestas, para el logro que se propusieron.

Hagan la prueba, vale la pena. Estoy para ayudarles, Y no es que parezca que es así. 

Es que es así.