miércoles, 29 de mayo de 2013

GRUPOS, EQUIPOS Y ORGANIZACIONES

En la práctica profesional o en la vida diaria, en las empresas o en los deportes, yo diría en casi todos los dominios  de actividad humanos, las personas decimos que nos gusta trabajar “en equipo”.

Escuchamos o nos escuchamos diciendo, casi como un mantra: “somos un equipo de trabajo”, “lo importante es que constituimos un gran grupo humano” (como si fuera posible que existieran grupos de otras cosas que no fueran humanos), “debemos afianzar el equipo”, etc.

La reflexión que propongo ahora es:

Será cierto que a los humanos nos gusta trabajar en equipo?
Un grupo, es un equipo?
Qué sería, entonces un equipo?
Y una organización qué es?
En las organizaciones, hay grupos, equipos y qué más?

Son varias las cuestiones a pensar. Desde mi opinión, que no es la verdad revelada, sino, apenas lo que yo entiendo que es cada cosa, declaro que un grupo se constituye antes que un equipo y que la suma de equipos pueden formar organizaciones, donde, además de grupos, coexisten culturas y subculturas que deben complementarse “apalancando sus diferencias” (P. Rosinski), a fin de lograr resultados de integración, superiores a lo habitual.

Ante todo el grupo:
La materia prima, que constituye un equipo es un grupo. Y los dos términos no significan lo mismo. A mi juicio, un grupo es un conjunto de personas que están unidas por cuestiones relativas, como por ejemplo, todos los trabajadores de una empresa, constituyen el grupo de trabajo de esa empresa.

Un grupo, no necesariamente será un equipo. Hay grupos de amigos, por ejemplo, que suelen reunirse a cenar una noche al mes. Su compromiso y sus acuerdos, terminan en “la mesa”. Son un grupo, efectivamente, pero son un equipo?

El equipo:
Un equipo es más que un grupo. Se trata de un grupo que tiene varias características que lo hacen equipo:

Un objetivo común, por todos compartido. esto significa que, si bien puede ser propuesto por alguien, como por ejemplo, la dirección de una empresa, todos los empleados de la misma, comparten el objetivo como si fuera propio.

Objetivos secundarios que se integran en el objetivo común.

Acuerdos básicos, es decir cómo harán para llegar al logro, de qué se hará cargo cada uno, cuáles serán los compromisos que asuman, respecto del equipo y del objetivo y también cuáles serán los límites a esos compromisos, de qué NO se harán cargo, cuáles serán las sanciones para los que incumplan los compromisos, etc.

Y fundamentalmente, un “modo de ser” una forma de actuar, que los diferencie de los demás grupos y equipos. Le llamamos a esto, una cultura, (P. Rosinski).

La organización:
Se trata de la integración de diversos grupos y equipos, en un sistema intercultural, que los abarca y en el cual, apalancando las diferencias entre las culturas de cada equipo o grupo, logran hacer que el sistema funcione como tal, produciendo los resultados por todos esperados.

La Iglesia Católica es una organización, una empresa lo es, un club de rugby, también.

En todas estas organizaciones, existen grupos y también equipos, cada uno con su modo de ser y hacer. Lo que vuelve a una organización excelente, es la calidad de la integración intercultural y las acciones que, a partir de ella emprendan.

En una empresa, hay una cultura del departamento de Ventas, otra del de Administración, otra de la Dirección y seguramente una del personal de Maestranza y otra del de Seguridad.

Es más, hasta cuentan su propio relato histórico, tienen sus héroes y sus villanos y un idioma común.

Opino y sostengo que la manera más idónea de hacer que la organización logre el éxito es a través de generar su red conversacional a partir de la Comunicación Auténtica, la Coordinación Impecable y la Negociación Constructiva, como enseña F. Kofman, todo esto sostenido en un nivel de relación de intensa gestión de las emociones.

Cuando en un organización hay insatisfacción, se ve, primero, en el relato de las historias que cuenta su gente. Y como el relato se constituye en las palabras que se construyen a partir de las emociones y estados de ánimo, aquello que los miembros de una organización  dicen que “es” de una manera, en la “realidad”, lo es.

Muchas veces me encontré con esta situación en las empresas. Sucede de esta manera:
El equipo de ventas dice que los dueños, son “explotadores” ya que, cuando suben las ventas o algún producto es más vendido, les rebajan las comisiones de ése producto.

El CEO de la empresa dice que debe hacer eso, porque, “los vendedores son unos vagos que venden solamente aquello que les conviene, porque les da menos trabajo” y que, por eso tiene que rebajarles las comisiones, “así se ponen a trabajar”.

El ejemplo anterior no es inventado, lo he vivido. Cada cual, con su propio relato. El resultado final? , los vendedores, practican el mínimo esfuerzo, total “esto será siempre igual” (profecía auto cumplida). Por su lado, el CEO, continúa con la misma política de gestión porque “éstos no cambiarán nunca” (profecía auto cumplida).

En este espacio, es donde una buena gestión de coaching de la organización, puede llegar a lograr restablecer una comunicación auténtica, basada en la confianza y la idea del aprendizaje mutuo.

En éstos tiempos, solamente las empresas que se dedican a integrar sus subculturas, generando una dinámica virtuosa de aprendizaje mutuo, pueden sobrevivir a los desafíos que se presentan.

Cómo se logra esto? Con tiempo, paciencia, mucha dedicación y fundamentalmente, si todos los implicados, pueden llegar a “ver” cuál es el problema y se comprometen con la solución del mismo.


Qué pasó con la empresa del ejemplo? Tristemente siguen en la misma esquizofrenia organizacional, cada vez más achicada y cada vez más amenazada por la competencia que se adaptó a los tiempos. Y así es. 

jueves, 23 de mayo de 2013

LA PROPIEDAD DE LA PALABRA

“Palabras, palabras, palabras…”, decía la canción. Diariamente se dicen, escriben y editan millones y millones de palabras. En las relaciones interpersonales, en el ámbito laboral, en el dominio de las ciencias, del arte. Hay palabras habladas, escritas, pensadas.

Hay palabras que se emiten por los medios masivos, por las redes sociales. Hay palabras reconocidas por la Real Academia y otras que son neologismos, que con el tiempo pasan a ser reconocidas como oficiales. Hay palabras de todo y tipo y para todo uso.

En verdad los seres humanos, como diría R. Echeverría, nos constituimos como humanos, en el lenguaje.

 Somos lo que decimos y también como pensamos y además decimos lo que somos y pensamos como somos. No hay error, lo que se dice es aquello que se es.

La palabra, entonces es de todos, construye realidad y genera acción. La palabra crea mundos de posibilidades y constituyen las visiones y las interpretaciones que rigen en determinadas épocas.

 Las palabras construyen los paradigmas que gobiernan todas las acciones y los pensamientos humanos en los distintos momentos históricos.

 Los discursos históricos, se construyen con palabras y sus dueños, explican la “realidad” de cada momento. 

El mundo “es” lo que los dueños de la palabra dicen que es.

Entonces, ¿quiénes son los dueños de las palabras ?

Si coincidimos en la idea que quienes construyen los discursos históricos, son los dueños de las palabras que explican el mundo y ponen “cada cosa en su sitio”, de acuerdo a la interpretación que ellos mismos hagan de las cosas, podemos concluir que quien controla el mundo en alguna época, es quien tiene el relato histórico y que lo impone como una verdad, en forma hegemónica.

¿Quién, durante el Imperio Romano, iba a interpretar la historia de la época, desde otra visión que no fuera la de Roma? ¿Qué posibilidades podría tener alguien, durante la Alta Edad Media de seguir con vida si no aceptaba que el sol giraba alrededor de la Tierra y que ésta era el Centro del Universo, por la Gracia de Dios?

En todas las épocas, hubo un relato dominante que explicaba todo, de acuerdo a la interpretación y los intereses de aquellos que detentaban el poder. El Señor Feudal o el Monarca absoluto, recibían su poder de Dios, que lo había elegido para reinar sobre otros hombres, de acuerdo a su “Real” voluntad.

Y cuando los hombres se rebelaban contra el poder establecido, eran puestos fuera del sistema, desterrados, anatematizados, quemados en hogueras, asesinados y considerados escorias diabólicas que osaban desafiar el mundo tal y como estaba establecido, de acuerdo al relato dominante.

 Aquel que, como el esclavo Espartaco, enfrentaban el poder de la Roma Imperial, denunciando la esclavitud, la cara más represiva, eran transformados en aquello que denunciaban y como aquello iba contra del relato de los dueños de las palabras, pasaban a ser ellos los incivilizados, sanguinarios asesinos que merecían morir por atentar contra la pax Romana y su civilización.

Esta ha sido y es la forma de operar de los dueños de las palabras.

Aunque si, como decíamos al principio, las palabras que dicen los hombres, construyen relatos que otros hombres, que comparten aquellas palabras, contribuyen a convertir en discursos históricos y por lo tanto, cambios de paradigmas, estaremos aceptando que la propiedad de las palabras es de todos los humanos y que si algunos hombres construyen un relato diferente y están dispuestos a defenderlo y vivir de acuerdo a los nuevos paradigmas, porque, por ejemplo, permiten mayor igualdad entre aquellos que tienen el poder y los que no lo tienen, están en todo su derecho de hacerlo e incluso, llegar a vivir de acuerdo a ésa nueva explicación de lo que es el mundo.

Todos los cambios históricos, comenzaron por un cambio de relato de la historia.

 Inmediatamente, generaron una reacción, más violenta, cuanto más hacían peligrar los privilegios defendidos y establecidos por el anterior relato. No obstante, cuando los hombres se hicieron dueños de las palabras y ganaron la batalla cultural, poco a poco vino un cambio de época, de paradigma.

No hay un “pensamiento único”, no existió un “fin de la historia”, salvo en la fanática mente de algún Francis Fukuyama.

Lo que hay son cambios de época, donde aquellos que nunca pudieron hablar, se visibilizaron cuando se hicieron dueños de sus palabras, logrando demostrar que las palabras son siempre de aquellos que logran provocar los cambios de paradigma.

Y es muy importante referenciar que, siempre, los cambios de paradigmas en la historia, partieron de los bordes, de los límites exteriores, de los lugares más lejanos y olvidados e invisibles de los discursos históricos y se transformaron en una ola imparable, que cambió los tiempos. Y la humanidad, continuó progresando.


Y el mundo, poco a poco, se transforma en un lugar donde más gente puede ir vivir mejor y tener más derechos. Apropiarse de las palabras, genera mundos donde más personas pueden ser incluidas. 

Y así es.

domingo, 5 de mayo de 2013


De aprendices y  maestros

Esta nota ya la publiqué hace tres meses. Tuvo varios comentarios. Por esa razón, lo vuelvo a hacer. Espero que les guste. Jorge.

Una tarde de domingo. Una familia reunida, charlando y tomando mate, costumbre muy rioplatense.

De pronto surge la conversación, digamos, sobre política. Básicamente hay acuerdo, hasta que deja de haberlo, también como de costumbre.

Uno de los participantes hace un comentario que a otro la disparó una emoción muy fuerte. No está en desacuerdo con el otro, sino que su emoción está relacionada a situaciones vividas, que le hacen reaccionar con vehemencia, citando varios hechos, por todos conocidos, que sustentarían la opinión contraria a su familiar.

El primero, entonces, recurre a criticar el hecho de que su pariente “se enoja” y actúa como “un fanático”. Esto desencadena una discusión donde el primero trata de demostrar que el otro, justamente está equivocado porque “reacciona como un fanático” y el otro trata de explicar que lo hace así porque es “vehemente” y porque no está en contra de los presentes, sino que hay cosas que ya lo “tienen cansado” y provocan su reacción emocional.

Entrado en este terreno, la discusión llega a un punto en que, el primero se afirma en el juicio acerca del “fanatismo” y la “reacción agresiva” del otro y el segundo, se siente agredido, pensando que están atacando a su modo de ser, en vez de discutir sobre ideas.

 La conversación va el terreno de “Tener razón”, la imagen pública de cada uno y sobre todo afirmar su ego.

En un punto, el segundo, toma conciencia de que, probablemente su reacción haya sido tomada como una agresión por el otro. Entonces pide disculpas, diciendo que de ninguna manera intentó ser agresivo, que simplemente fue vehemente para expresarse y que si se seguía por aquel camino, lo mejor era callarse y no seguir con el tema, porque no merecía la pena seguir conversando.

El primero sintió ese comentario y entonces, manifestó lo siguiente: “Te voy a enseñar una cosa” y comentó que no había que tener ésas reacciones porque no llevaban a ninguna parte y etc, etc.

El otro, se sintió doblemente herido, por el primer hecho y ahora por escuchar al otro que le “enseñaba” algo. Desde el estado emocional en que se encontraba, sintiéndose quizás invalidado, decidió tomar una actitud más humilde y respondió que agradecía la enseñanza, porque era alguien que estaba siempre aprendiendo. Esto no fue escuchado por el primero que continuó con sus “enseñanzas”.

 Por tercera vez, el otro pidió ahora claramente, disculpas y dijo que no volvería a actuar de modo que agrediera o hiciera sentir agredido al otro. Se desvió la conversación y al rato el grupo se dispersó a hacer diferentes cosas.

¿Qué piensan ustedes que sucedió?,

 ¿Cuántas veces se vieron en situaciones similares?, ¿cómo reaccionaron?,

¿Qué pensaban acerca del otro y qué creen que pensaba el otro acerca de ustedes?

¿Cómo deberían haber actuado?,

¿Qué pasó con sus emociones?,

¿Cómo hacer cuando éstas. Simplemente, aparecen?

 ¿Y el pedido de perdón, lo han escuchado o la han solicitado, alguna vez?  ¿Y qué pasó entonces?

¿Cómo se han sentido cuando pidieron o se les pidió perdón?

¿Cómo fue para ustedes perdonar / ser perdonados?

¿Cómo podrían actuar desde uno u otro lado en circunstancias similares?

¿Para qué hacerlo?

¿De qué se estarían haciendo cargo en su accionar?

Éstas y otras preguntas pueden ser respondidas para lograr un aprendizaje.

El coaching es una poderosa herramienta para aprender a rediseñar y rediseñarse con el fin de lograr relaciones satisfactorias con los demás y con uno mismo.

 Y se puede avanzar, trabajando en un dominio poco conocido, especialmente por los varones: el de las emociones.

Espero que esto desencadene reflexiones y comentarios. Más preguntas y respuestas. 

Aquí estoy, para el que lo desee.