jueves, 23 de mayo de 2013

LA PROPIEDAD DE LA PALABRA

“Palabras, palabras, palabras…”, decía la canción. Diariamente se dicen, escriben y editan millones y millones de palabras. En las relaciones interpersonales, en el ámbito laboral, en el dominio de las ciencias, del arte. Hay palabras habladas, escritas, pensadas.

Hay palabras que se emiten por los medios masivos, por las redes sociales. Hay palabras reconocidas por la Real Academia y otras que son neologismos, que con el tiempo pasan a ser reconocidas como oficiales. Hay palabras de todo y tipo y para todo uso.

En verdad los seres humanos, como diría R. Echeverría, nos constituimos como humanos, en el lenguaje.

 Somos lo que decimos y también como pensamos y además decimos lo que somos y pensamos como somos. No hay error, lo que se dice es aquello que se es.

La palabra, entonces es de todos, construye realidad y genera acción. La palabra crea mundos de posibilidades y constituyen las visiones y las interpretaciones que rigen en determinadas épocas.

 Las palabras construyen los paradigmas que gobiernan todas las acciones y los pensamientos humanos en los distintos momentos históricos.

 Los discursos históricos, se construyen con palabras y sus dueños, explican la “realidad” de cada momento. 

El mundo “es” lo que los dueños de la palabra dicen que es.

Entonces, ¿quiénes son los dueños de las palabras ?

Si coincidimos en la idea que quienes construyen los discursos históricos, son los dueños de las palabras que explican el mundo y ponen “cada cosa en su sitio”, de acuerdo a la interpretación que ellos mismos hagan de las cosas, podemos concluir que quien controla el mundo en alguna época, es quien tiene el relato histórico y que lo impone como una verdad, en forma hegemónica.

¿Quién, durante el Imperio Romano, iba a interpretar la historia de la época, desde otra visión que no fuera la de Roma? ¿Qué posibilidades podría tener alguien, durante la Alta Edad Media de seguir con vida si no aceptaba que el sol giraba alrededor de la Tierra y que ésta era el Centro del Universo, por la Gracia de Dios?

En todas las épocas, hubo un relato dominante que explicaba todo, de acuerdo a la interpretación y los intereses de aquellos que detentaban el poder. El Señor Feudal o el Monarca absoluto, recibían su poder de Dios, que lo había elegido para reinar sobre otros hombres, de acuerdo a su “Real” voluntad.

Y cuando los hombres se rebelaban contra el poder establecido, eran puestos fuera del sistema, desterrados, anatematizados, quemados en hogueras, asesinados y considerados escorias diabólicas que osaban desafiar el mundo tal y como estaba establecido, de acuerdo al relato dominante.

 Aquel que, como el esclavo Espartaco, enfrentaban el poder de la Roma Imperial, denunciando la esclavitud, la cara más represiva, eran transformados en aquello que denunciaban y como aquello iba contra del relato de los dueños de las palabras, pasaban a ser ellos los incivilizados, sanguinarios asesinos que merecían morir por atentar contra la pax Romana y su civilización.

Esta ha sido y es la forma de operar de los dueños de las palabras.

Aunque si, como decíamos al principio, las palabras que dicen los hombres, construyen relatos que otros hombres, que comparten aquellas palabras, contribuyen a convertir en discursos históricos y por lo tanto, cambios de paradigmas, estaremos aceptando que la propiedad de las palabras es de todos los humanos y que si algunos hombres construyen un relato diferente y están dispuestos a defenderlo y vivir de acuerdo a los nuevos paradigmas, porque, por ejemplo, permiten mayor igualdad entre aquellos que tienen el poder y los que no lo tienen, están en todo su derecho de hacerlo e incluso, llegar a vivir de acuerdo a ésa nueva explicación de lo que es el mundo.

Todos los cambios históricos, comenzaron por un cambio de relato de la historia.

 Inmediatamente, generaron una reacción, más violenta, cuanto más hacían peligrar los privilegios defendidos y establecidos por el anterior relato. No obstante, cuando los hombres se hicieron dueños de las palabras y ganaron la batalla cultural, poco a poco vino un cambio de época, de paradigma.

No hay un “pensamiento único”, no existió un “fin de la historia”, salvo en la fanática mente de algún Francis Fukuyama.

Lo que hay son cambios de época, donde aquellos que nunca pudieron hablar, se visibilizaron cuando se hicieron dueños de sus palabras, logrando demostrar que las palabras son siempre de aquellos que logran provocar los cambios de paradigma.

Y es muy importante referenciar que, siempre, los cambios de paradigmas en la historia, partieron de los bordes, de los límites exteriores, de los lugares más lejanos y olvidados e invisibles de los discursos históricos y se transformaron en una ola imparable, que cambió los tiempos. Y la humanidad, continuó progresando.


Y el mundo, poco a poco, se transforma en un lugar donde más gente puede ir vivir mejor y tener más derechos. Apropiarse de las palabras, genera mundos donde más personas pueden ser incluidas. 

Y así es.

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